En esta ocasión tuve la oportunidad de entrevistar a Rubén Soto, quien actualmente se desempeña como director general de Ridder México. Esta empresa ofrece soluciones tecnológicas bien interesantes, por lo que la conversación se centró justamente en las cuestiones tecnológicas de la agricultura.
Durante la conversación, Rubén nos da sus puntos de vista sobre la importancia de la tecnificación en la producción agrícola, así como las limitantes y oportunidades que actualmente ve desde su posición. Por supuesto, nos comenta las soluciones que ofrecen en su empresa.
¿Por qué la agricultura protegida requiere de tantas tecnologías?
La agricultura protegida no solo es poner un techo sobre las plantas. Es un sistema complejo que busca controlar las condiciones del entorno para maximizar la productividad. Y ese control no se logra a ojo, se logra con tecnología. Cada componente del invernadero necesita herramientas específicas que permitan mantener los parámetros ideales para el cultivo.
Piensa en la temperatura. Una simple variación puede afectar el desarrollo de las plantas. Por eso se usan sensores, ventiladores automatizados, pantallas térmicas y sistemas de calefacción. Todo debe responder a lo que el cultivo necesita, no a lo que el clima impone. Lo mismo sucede con la humedad, la radiación solar y el CO₂.
El agua es otro punto crítico. En campo abierto puedes regar con gravedad o por aspersión básica. En agricultura protegida eso no es suficiente. Se necesita fertirrigación, sistemas de riego por goteo, válvulas que respondan en tiempo real, mezcladoras de nutrientes, y en muchos casos, desinfección del agua. No solo se trata de mojar la planta, sino de darle exactamente lo que necesita.
El manejo de plagas y enfermedades cambia por completo. Ya no puedes fumigar al aire libre esperando que el viento ayude. Aquí se usan trampas, mallas antiinsectos, presión positiva, control biológico, incluso inteligencia artificial que detecta problemas antes de que los veas. Cada detalle cuenta, porque los márgenes de error son mínimos.
Y luego viene la automatización. Abrir y cerrar ventanas, prender ventiladores, inyectar nutrientes, medir luz y humedad… todo eso puede hacerse de forma manual, pero no es eficiente. Por eso entran los controladores climáticos, las plataformas de monitoreo, las apps móviles y los algoritmos que aprenden del comportamiento del invernadero.
En resumen, la agricultura protegida exige precisión. Y la precisión solo se alcanza con tecnología. No por capricho, sino porque así es la única forma de sacarle el máximo provecho al espacio, al tiempo y a los recursos.