Hay elementos que son indispensables para la producción agrícola actual, por ejemplo: plaguicidas y fertilizantes. Sin embargo, el uso de plaguicidas (fungicidas, insecticidas, acaricidas, herbicidas, etc.) aumenta año con año, lo que está volviendo a la agricultura cada vez más tóxica.
¿Por qué la agricultura requiere cada vez más plaguicidas?
La agricultura moderna enfrenta una serie de desafíos que han llevado a un mayor uso de plaguicidas. Uno de los factores principales es la intensificación de la producción agrícola. A medida que la demanda de alimentos aumenta por el crecimiento de la población, los agricultores se ven obligados a maximizar el rendimiento por hectárea. Esto significa cultivar más intensivamente, rotar menos los cultivos y utilizar variedades de alto rendimiento. Estas prácticas suelen debilitar el suelo, hacer a las plantas más vulnerables a enfermedades y crear condiciones propicias para que se propaguen plagas de manera más rápida y severa.
Otro motivo es la globalización de los mercados y la introducción de especies invasoras. Hoy en día, el movimiento de mercancías, plantas y semillas entre países es más común que nunca. Este flujo constante facilita la introducción de plagas y enfermedades nuevas que pueden afectar los cultivos locales. Muchas de estas plagas no tienen enemigos naturales en las regiones a las que llegan, por lo que el uso de plaguicidas se convierte en una de las pocas formas efectivas de controlarlas y evitar grandes pérdidas económicas.
El cambio climático también está jugando un papel importante. Las alteraciones en los patrones climáticos, como el aumento de temperaturas y cambios en las precipitaciones, crean condiciones favorables para el desarrollo y dispersión de plagas. Muchas especies de insectos pueden reproducirse más rápido con temperaturas más altas, y el cambio en los periodos de lluvia puede favorecer el crecimiento de hongos y bacterias. Esto obliga a los agricultores a recurrir más frecuentemente a plaguicidas para mantener sus cultivos sanos.
Además, la resistencia de las plagas a los plaguicidas es un problema creciente. El uso prolongado y, en ocasiones, indebido de estos productos ha llevado a que muchas plagas desarrollen resistencia a los ingredientes activos. Esto significa que los productos pierden eficacia, lo que lleva a aplicar mayores dosis o a utilizar una combinación de diferentes plaguicidas. La resistencia puede desarrollarse de manera rápida, obligando a los agricultores a buscar continuamente nuevas soluciones químicas para proteger sus cultivos.
La monocultura es otro factor que influye en el incremento del uso de plaguicidas. Cuando se cultiva una sola especie en grandes extensiones de tierra, como es común en muchos sistemas agrícolas actuales, se crean condiciones ideales para el desarrollo de plagas específicas. Al no haber diversidad de cultivos, las plagas encuentran un entorno propicio para reproducirse y alimentarse, y esto requiere intervenciones más frecuentes y sostenidas con plaguicidas.
Por último, la presión para mantener la estética y calidad visual de los productos agrícolas también es una razón importante. Los consumidores exigen frutas y verduras que no presenten daños por plagas o enfermedades, lo que obliga a los agricultores a usar plaguicidas para evitar cualquier defecto que pueda hacer que el producto sea rechazado por los mercados. Las normas de calidad de muchos minoristas y exportadores son estrictas y no permiten tolerancias a daños visibles, lo que añade más presión para mantener los cultivos libres de plagas a lo largo de todo su ciclo de producción.