Si hace apenas algunos años el mayor reto de los datos en el agro era obtenerlos, creo que estamos transicionando a otro reto similar en importancia y dificultad, que es el de procesar e interpretar los datos recabados. Se dice fácil, pero no son pocos los ejemplos donde recaban datos para solo almacenarlos en discos duros.
Y es que, si es un gran reto obtener datos relevantes, lo es también el descubrir lo que esos datos nos están diciendo. De nada sirve tener miles y miles de celdas con datos en archivos de Excel, si al final no hay forma viable de revisarlos en tiempo y forma, para que así realmente dirijan nuestras decisiones.
¿Qué tipos de datos se necesitan en la agricultura?
En la agricultura, los datos son el corazón de la toma de decisiones. Ayudan a optimizar recursos, mejorar rendimientos y hacer que las operaciones sean más sostenibles. Pero no todos los datos son iguales, y cada tipo tiene un propósito específico en el manejo agrícola.
Los datos climáticos son fundamentales. Los agricultores necesitan información sobre temperaturas, precipitaciones, humedad y velocidad del viento. Estos datos son clave para planificar siembras, riegos y cosechas. Un cambio repentino en las condiciones climáticas puede afectar gravemente a los cultivos, por lo que es importante tener acceso a pronósticos precisos y registros históricos.
Otro tipo crucial son los datos del suelo. Saber qué nutrientes están presentes, la acidez, el nivel de materia orgánica y la textura del suelo ayuda a determinar qué cultivos pueden crecer mejor. También permite calcular cuánta fertilización se necesita y cómo evitar la degradación del suelo a largo plazo.
La información sobre plagas y enfermedades es también indispensable. Identificar qué especies de insectos, hongos o virus están presentes en una región permite anticiparse a brotes que podrían arruinar los cultivos. Esto se complementa con datos de manejo integrado de plagas, que ayudan a minimizar el uso de químicos y reducir costos.
Los datos de los cultivos no pueden faltar. Aquí se incluyen estadísticas sobre rendimiento, tiempos de crecimiento, densidad de siembra y necesidades hídricas. Este tipo de información es esencial para monitorear la salud de las plantas y detectar problemas como estrés hídrico o deficiencias nutricionales antes de que se vuelvan graves.
En la era actual, también son relevantes los datos económicos. Esto incluye precios del mercado, costos de insumos y proyecciones de demanda. Los agricultores necesitan saber cuánto pueden invertir y qué esperar en términos de ganancias. Estos datos son especialmente útiles para decidir qué cultivos sembrar en cada temporada.
Por último, están los datos geoespaciales, que se obtienen mediante drones, satélites y sistemas GPS. Con ellos se pueden crear mapas detallados del terreno, identificar zonas con problemas y planificar el uso eficiente de recursos como agua y fertilizantes. Este tipo de información ha revolucionado la agricultura de precisión. Cada uno de estos datos cumple un papel específico en el ciclo agrícola. Pero lo más importante es cómo se combinan para ofrecer una visión completa. Con la integración de estos datos, los agricultores pueden tomar decisiones más informadas y enfrentar los retos de un sector cada vez más complejo y competitivo.