Episodio 519: Situación de la producción porcina en México con David Huitrón

Solo para escuchas de Podcast Agricultura: 50% de descuento en el Curso “Mejora tu comunicación laboral” de Agricultura Profesional, hasta el 30/12/2025, con el código podcastagricultura.

Situación de la producción porcina en México con David Huitrón

En esta entrevista con David Huitrón, Brand Manager de 333 México, exploramos la situación actual de la producción porcina en México. David aborda desafíos como costos, competitividad y regulaciones sanitarias, además de otros puntos clave para mejorar la percepción del consumo de carne de cerdo en el país.

También hablamos sobre las oportunidades que ofrecen las exportaciones, el papel de la tecnología en la modernización del sector y las tendencias clave que marcarán el futuro de la industria porcina. El objetivo es ofrecer una visión integral con base en la experiencia profesional de Huitrón.

Este episodio abre la puerta a un sector que suele quedarse fuera de la conversación agrícola cotidiana: la porcicultura mexicana. Desde el inicio queda claro que el objetivo no es lucirse, sino entender cómo está realmente la producción porcina en México, qué la empuja y qué la frena. La charla con David permite bajar a tierra cifras, procesos y tensiones que normalmente se pierden entre tecnicismos o discursos oficiales.

La historia de David ayuda a poner contexto. Viene del periodismo, no del campo, y eso marca el tono: observa, pregunta, contrasta y traduce. Su entrada al sector pecuario en 2015 fue desde la curiosidad y el desconocimiento, lo que lo obligó a aprender desde cero cómo se genera la proteína animal. Esa mirada externa termina siendo una ventaja, porque conecta lo que pasa en granjas, empresas y políticas públicas con lo que llega —o no llega— al plato de la gente. Aquí se deja claro algo importante: la distancia entre ciudad y campo sigue siendo enorme, y buena parte del problema está ahí.

Cuando se aborda el panorama actual de la porcicultura en México, la palabra que más pesa es desafío. No como lamento, sino como diagnóstico. Es un sector que produce alimento básico, pero opera bajo presión constante: económica, sanitaria, tecnológica y social. La demanda crece, la población crece y los recursos no. La consigna es clara y repetida en el sector: hacer más con menos. Menos agua, menos tierra, menos margen de error. No hay romanticismo en esto, sólo eficiencia o salida del mercado.

En términos productivos, México tiene una brecha evidente frente a otros países. El indicador clave es el número de lechones destetados por hembra al año. Mientras aquí el promedio ronda cifras más bajas, países como Brasil, España o Dinamarca alcanzan niveles muy superiores. Esa diferencia se traduce directamente en volumen de carne disponible. No es un tema menor: México sólo cubre alrededor del 50% de su consumo interno de carne de cerdo. El resto se importa, principalmente de Estados Unidos. Dicho sin rodeos: no somos autosuficientes.

La geografía productiva también importa. Jalisco aparece como el gran protagonista, concentrando una proporción muy alta de la producción nacional. Es un clúster agroalimentario en toda regla. Detrás vienen estados como Puebla, Yucatán, Sonora y Veracruz, con diferencias marcadas en escala y tecnificación. La distancia entre el primero y los demás no es pequeña, y eso habla de concentración, pero también de oportunidades mal repartidas.

Los retos estructurales se repiten en casi todas las conversaciones del sector. El primero es productividad. El segundo, costos. Y el tercero, competitividad. En costos hay un elefante en la sala: la alimentación. Cerca del 70% del costo de producción de un cerdo está en lo que come. México es deficitario en maíz amarillo, uno de los insumos base, lo que obliga a importar grano y encarece todo el sistema. Frente a países productores de granos, como Argentina o Brasil, o frente a Estados Unidos, la competencia es desigual desde el arranque.

Eso explica por qué entra carne de cerdo más barata desde el norte. No es un problema de calidad; la calidad del cerdo mexicano es alta y reconocida, incluso en mercados exigentes de Asia. El problema es el precio final. Sin costos competitivos, exportar se vuelve cuesta arriba. Hoy, de más de 1.6 millones de toneladas producidas, sólo alrededor del 7% se exporta. El resto se queda en el mercado interno, que ya está tensionado.

Las importaciones completan el cuadro. México trae del exterior cerca de 1.7 millones de toneladas, y Estados Unidos concentra alrededor del 80% de ese volumen. Canadá sigue a distancia, y luego aparecen España, Chile, Brasil y Argentina con participaciones menores. Es una dependencia fuerte y poco disimulada.

En consumo, la tendencia es clara: el cerdo va al alza. En poco más de una década, el consumo per cápita pasó de alrededor de 14 kilos a más de 22 kilos anuales. No es explosivo, pero es constante. Aun así, sigue por debajo de países europeos o de Estados Unidos. El pollo domina la mesa mexicana, seguido del huevo, luego el cerdo y finalmente la res. Aquí pesan el precio, los hábitos y los mitos. El cerdo sigue cargando prejuicios que no siempre tienen sustento real.

La conversación toca un punto interesante: el desconocimiento de los cortes. Para muchos, el cerdo es carnitas, cochinita o pozole. Poco más. Se ignora la variedad de cortes y preparaciones posibles, incluso opciones premium. Esto limita el consumo cotidiano y lo relega a ocasiones específicas. Mientras no se diversifique el imaginario del consumidor, el crecimiento será parcial.

En el terreno sanitario y normativo, el mensaje es matizado. Los productores hacen esfuerzos serios por cumplir normas de inocuidad, bienestar animal y medio ambiente. Sin embargo, existen áreas grises: rastros clandestinos, procesos informales y una aplicación desigual de la ley. Ahí se genera buena parte de la mala fama del sector. Además, vienen regulaciones más estrictas, como cambios en normas sobre uso de aguas residuales, que podrían elevar costos y complicar la operación, especialmente para productores pequeños.

El papel de 333 se presenta como un articulador de conocimiento y comunidad. No produce cerdos, produce información, vínculos y conversación profesional. Con raíces europeas y presencia en América Latina, la apuesta es clara: profesionalizar al sector mediante datos, eventos, análisis y conexión entre actores. La lógica es simple: un sector aislado se estanca; uno conectado evoluciona.

Mirando hacia adelante, la tecnología aparece como eje central. Inteligencia artificial, análisis de datos, automatización, control sanitario y nutricional más preciso. La llamada porcicultura 3.0 o 4.0 no es futurismo, es necesidad. Pero no basta con tecnología dura. El consumidor cambia rápido, pregunta más, exige más y decide con más información —o desinformación—. Las empresas tendrán que responder no sólo con eficiencia, sino con transparencia y productos alineados a nuevas expectativas: menos grasa, más valor nutricional, más trazabilidad.

El cierre deja un mensaje directo: no satanizar la proteína animal. La producción porcina, bien hecha, es parte de una dieta equilibrada y de la seguridad alimentaria del país. El reto está en comunicarlo mejor, producirlo mejor y consumirlo con mayor conciencia. No hay épica, hay trabajo. Y mucho por hacer.

Escucha el podcast en YouTube, Spotify, Apple, Amazon e iVoox