Platiqué con Celeste Molgado en torno a la importancia de los seguros agropecuarios como herramienta para reducir riesgos en el campo. Celeste nos comparte su experiencia ofreciendo soluciones adaptadas a productores, abordando desde coberturas específicas hasta procesos de diagnóstico y selección personalizada de aseguradoras.
También nos habló sobre los retos que impiden una mayor adopción del seguro en el agro mexicano, así como las ventajas adicionales de las fianzas. Por supuesto, nos comentó casos en los cuales el seguro agrícola fue la diferencia para un agricultor.
¿Por qué el agro mexicano no tiene la cultura del aseguramiento?
El agro mexicano ha crecido con una fuerte cultura de resiliencia individual. Muchos productores, sobre todo pequeños y medianos, están acostumbrados a enfrentar solos las pérdidas por sequía, heladas o plagas. No porque quieran, sino porque así ha sido siempre. Esa mentalidad se hereda. Se aprende que si se pierde la cosecha, hay que volver a sembrar. Y si hay deudas, se pagan como se pueda. En ese contexto, asegurar la producción se percibe como un lujo, no como una herramienta.
El acceso a los seguros tampoco ha sido fácil. Aunque existen opciones, los productos muchas veces no responden a las realidades del campo. Formularios complicados, lenguaje técnico, tiempos de respuesta largos. Algunos productores han tenido malas experiencias. Y eso corre como pólvora entre comunidades. Cuando alguien no recibe su indemnización a tiempo o siente que no fue escuchado, los demás lo piensan dos veces antes de contratar un seguro.
Otro factor es la desconfianza. En muchas zonas rurales hay una percepción negativa sobre instituciones financieras. Se teme pagar por algo que quizás no funcione cuando más se necesita. Y si no hay presencia territorial de las aseguradoras, esa distancia se vuelve aún mayor. Es difícil confiar en alguien que nunca se ha sentado contigo a escuchar tus problemas.
El apoyo institucional también ha sido intermitente. Hubo años en que el gobierno subsidiaba el seguro agrícola. Luego cambió la política. Y después cambió otra vez. Esa inestabilidad crea confusión. Los productores no saben si contarán con respaldo, si deben pagar todo o si habrá reglas nuevas la próxima temporada. Eso desincentiva la planificación.
Además, el seguro no es prioridad cuando hay otras urgencias. Si un productor tiene que decidir entre invertir en semilla o pagar una póliza, elegirá sembrar. Porque lo inmediato pesa más que lo posible. Porque nadie quiere pagar por algo que tal vez no ocurra. Aunque eso, irónicamente, es justo lo que hace valioso al seguro.