Muchos de los plaguicidas más utilizados en nuestro país son de elevada toxicidad e inclusive están prohibidos en una gran cantidad de países debido a esto, ya que son una amenaza a la salud humana y al medioambiente, esto según un reporte de junio de 2020 realizado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).
¿Cuáles plaguicidas han sido históricamente los más tóxicos?
A lo largo de la historia, algunos plaguicidas han destacado por su alta toxicidad tanto para el medio ambiente como para los seres humanos. Si bien estos productos han sido utilizados con el fin de proteger cultivos de plagas, sus efectos adversos han generado preocupación, llevando a su prohibición o estricta regulación en muchos países.
Uno de los plaguicidas más tóxicos fue el DDT (dicloro difenil tricloroetano). Este insecticida, desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial, fue ampliamente utilizado en la agricultura y en programas de control de enfermedades como la malaria. Su uso se extendió por su alta eficacia contra insectos, pero con el tiempo se descubrió que tenía efectos devastadores en los ecosistemas. El DDT se acumula en los tejidos grasos de los animales, afectando la reproducción de aves, como las águilas calvas, al debilitar sus huevos. Además, sus residuos persisten en el ambiente durante décadas, lo que lo convierte en un peligro a largo plazo para la fauna y los seres humanos.
Otro ejemplo es el paratión, un insecticida organofosforado que se empleó ampliamente en la década de 1940. Este compuesto es extremadamente tóxico para los humanos, ya que interfiere con la función del sistema nervioso al inhibir la enzima colinesterasa. A pesar de su efectividad para el control de plagas agrícolas, su uso provocó numerosos casos de intoxicación tanto en trabajadores agrícolas como en personas expuestas accidentalmente. Debido a su peligrosidad, muchos países han restringido o prohibido su uso.
El endrina es otro plaguicida históricamente tóxico, utilizado principalmente para controlar insectos en cultivos como el algodón y el maíz. Esta sustancia también es altamente persistente en el medio ambiente y es peligrosa para la vida acuática. La exposición a endrina puede causar convulsiones, daño cerebral e incluso la muerte en seres humanos. Su toxicidad y los problemas asociados con su acumulación en la cadena alimentaria llevaron a su prohibición en la mayoría de los países.
El clordano fue otro plaguicida empleado desde la década de 1940 hasta la década de 1980. Utilizado principalmente como insecticida para el control de termitas y otros insectos, este compuesto se demostró altamente tóxico para los seres humanos, siendo una neurotoxina potente. Además, el clordano es extremadamente persistente en el suelo, donde puede permanecer activo durante más de 20 años, lo que contribuye a la contaminación ambiental a largo plazo.
El metamidofos, otro organofosforado, también es conocido por su alta toxicidad. Utilizado principalmente en la agricultura para el control de insectos en cultivos de papa, tomate y algodón, el metamidofos ha causado problemas graves de salud, incluyendo intoxicaciones agudas y efectos crónicos como daños neurológicos en trabajadores agrícolas.
A lo largo de los años, estos plaguicidas han dejado una huella significativa en la agricultura y el medio ambiente, lo que ha llevado a la implementación de normativas más estrictas y a la búsqueda de alternativas más seguras y sostenibles para el control de plagas.