Episodio 504: Construcción de una empresa agrícola con Domingo Montalvo

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Construcción de una empresa agrícola con Domingo Montalvo

Conversé con Domingo Montalvo, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo, quien comparte sus experiencias en la consolidación de un grupo empresarial, es decir, una organización que integra múltiples empresas bajo una misma estructura. Si estás emprendiendo en el sector agrícola, no puedes perderte esta entrevista.

El propósito de esta conversación es conocer el proceso de desarrollo de una empresa agrícola exitosa, impulsada por la transferencia de conocimientos y tecnología. Además, descubrirás los aciertos y errores de un agroempresario, información que representa un valor inestimable para quienes buscan fortalecer o iniciar su propio proyecto en el agro.

A lo largo de este episodio se abre una conversación honesta, directa y muy aterrizada sobre cómo se construye una empresa agrícola desde cero, sin atajos, sin romanticismos y con los pies bien puestos en el suelo. La charla con Domingo Montalvo permite entender que el emprendimiento en el agro no es una epifanía repentina, sino un proceso largo, lleno de ajustes, errores, aprendizajes y decisiones incómodas que, con el tiempo, toman forma de estructura empresarial sólida.

El episodio arranca con un breve contexto personal y profesional que ayuda a entender desde dónde se habla. Domingo no viene de un discurso aspiracional vacío: su formación como ingeniero agrónomo, su trayectoria de más de tres décadas en la docencia universitaria y su experiencia directa como productor, consultor y proveedor de insumos le dan una visión completa de la cadena agroalimentaria. Esa combinación —academia, empresa y campo— atraviesa toda la conversación y explica muchas de las decisiones que se relatan después.

Uno de los ejes centrales es el origen de Comprocer, que inicia como una empresa de servicios y asesoría técnica y, con el tiempo, evoluciona hacia un grupo empresarial con múltiples razones sociales. No se presenta como una historia lineal ni limpia. Al contrario, se habla abiertamente de errores iniciales, desde cuestiones administrativas básicas hasta decisiones ingenuas propias de quien sabe mucho de agronomía pero poco de contabilidad y gestión empresarial. El mensaje es claro: nadie nace empresario, se aprende en la práctica, a veces a golpes.

Hay una idea que se repite con fuerza: el productor debe ir primero. Desde el inicio, la lógica fue simple pero poderosa: si al productor le va bien, todos ganan. Ese principio se convierte en una especie de brújula ética y estratégica. No se trata solo de vender insumos o servicios, sino de construir modelos productivos viables, rentables y sostenibles en el tiempo. Bajo esa lógica, Comprocer no solo crece como empresa, sino que participa activamente en el desarrollo microregional, particularmente en la Sierra Norte de Puebla, donde la agricultura protegida pasa de ser una rareza a convertirse en un motor económico regional.

El episodio deja claro que el crecimiento no ocurre por acumulación desordenada. Cuando las operaciones se vuelven complejas, la solución no fue “hacerlo más grande” todo dentro de una sola empresa, sino separar, ordenar y especializar. La creación de empresas hijas responde a una necesidad operativa y fiscal, no a una ambición estética. Aquí aparece una lección clave: cuando el negocio crece, la estructura debe cambiar o el caos se come a la empresa desde dentro.

Otro punto fuerte es la conversación sobre el recurso humano. Domingo es contundente: el capital más valioso no es la infraestructura ni la tecnología, sino las personas. La selección de colaboradores no se basa únicamente en conocimientos técnicos, sino en actitud, liderazgo, capacidad de aprendizaje y compromiso. Se privilegia formar equipos que crezcan junto con la empresa, incluso incorporándolos como socios en distintas unidades de negocio. Esto no es altruismo: es una estrategia clara para construir lealtad, reducir rotación y asegurar continuidad.

La charla entra luego en un terreno delicado pero fundamental: la elección de socios. Aquí no hay rodeos. Un mal socio puede destruir una empresa prometedora. Se enfatiza la importancia de compartir valores, visión y principios desde el inicio. No basta con repartir acciones; hay que construir identidad. Cuando no existe esa base común, los conflictos aparecen tarde o temprano, casi siempre cuando ya hay dinero, presión o problemas legales de por medio.

Desde su doble rol de académico y empresario, Domingo plantea una reflexión crítica sobre la relación entre universidad e industria. Lejos de verlas como mundos opuestos, defiende la idea de una vinculación real, práctica y permanente. La experiencia empresarial no solo fortalece su trabajo en el aula, sino que permite formar profesionales más completos, menos ingenuos y mejor preparados para enfrentar la realidad del sector agropecuario. La teoría sin campo se queda corta; el campo sin reflexión también.

Cuando se aborda la pregunta clásica —¿emprender o emplearse primero?— la respuesta evita fórmulas universales. Todo depende del contexto, de las habilidades, del momento personal y de las oportunidades disponibles. Lo que sí queda claro es que hoy existen más herramientas, programas y caminos que antes para que un agrónomo emprenda con menor riesgo y mayor preparación.

En materia de marketing y crecimiento, el episodio aporta una visión muy práctica. No se habla de campañas digitales sofisticadas, sino de demostración, capacitación y generación de confianza. Los días demostrativos, las alianzas con instituciones financieras y la construcción de redes de valor fueron claves para detonar modelos productivos completos. Primero se creó la necesidad, luego vino la oferta de insumos, servicios y soluciones. No al revés.

Un concepto que atraviesa esta parte es el del agente integrador: la empresa no crece sola, sino orquestando actores —productores, financiamiento, proveedores, tecnología— dentro de una red que genera valor para todos. Aunque el término se aprende después, la práctica ya estaba ahí desde el inicio.

Hacia el final, la conversación mira al futuro. Aparecen temas como sostenibilidad, relevo generacional y replicabilidad del modelo. No se habla de crecer por crecer, sino de consolidar procesos, preparar a quienes tomarán el timón y construir tranquilidad a largo plazo. El éxito, aquí, no se mide solo en hectáreas, empresas o facturación, sino en estabilidad, impacto regional y coherencia con los principios iniciales.

El episodio cierra con un mensaje sencillo pero contundente para quien quiere emprender en el agro: identificar oportunidades reales, no rendirse, rodearse de gente que empuje hacia adelante y empezar. Empezar de verdad. Porque, como queda claro a lo largo de toda la charla, solo se equivoca quien hace, y en el agro, quedarse quieto casi siempre es la forma más rápida de quedarse atrás.

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