Episodio 013 de Podcast Agricultura

Episodio 013: Cómo restablecer el equilibrio del suelo

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El suelo es uno de los elementos que permiten la producción agrícola, por lo que mantenerlo en buenas condiciones es fundamental para obtener buenas cosechas. Sin embargo, la agricultura moderna hace un uso intensivo de los suelos, razón por la cual muchos ya se encuentran con bastante deterioro.

¿Qué acciones tomar para cuidar los suelos agrícolas?

Cuidar los suelos agrícolas es esencial para mantener la productividad y sostenibilidad de cualquier sistema de cultivo. La salud del suelo impacta directamente la calidad y cantidad de la producción, y su manejo adecuado garantiza la disponibilidad de nutrientes, el balance hídrico y la estabilidad estructural. Hay varias acciones que puedes tomar para proteger y mejorar la calidad de los suelos, y estas dependen de factores como el tipo de suelo, el cultivo que manejas y las condiciones climáticas de tu región.

Una de las primeras acciones es implementar la rotación de cultivos. Esta práctica evita que el suelo se desgaste por el cultivo continuo de una sola especie, lo que generalmente agota ciertos nutrientes y deja el suelo vulnerable a plagas y enfermedades específicas. Al rotar los cultivos, no solo diversificas la extracción de nutrientes, sino que también ayudas a mantener el equilibrio del ecosistema del suelo. Un esquema común es alternar leguminosas (que fijan nitrógeno en el suelo) con gramíneas u otros cultivos.

La cobertura del suelo es otra acción fundamental. El uso de coberturas vegetales, como cultivos de cobertura o mulching, protege el suelo contra la erosión por viento y agua. Además, ayuda a conservar la humedad, regula la temperatura del suelo y, cuando se degrada, aporta materia orgánica que mejora la estructura y fertilidad. Los cultivos de cobertura como avena, trébol o vicia son ideales para sembrarse en periodos en que el suelo estaría desnudo.

El manejo de la materia orgánica es clave para mantener un suelo fértil y saludable. La aplicación de compost, estiércol bien tratado o residuos de cultivos mejora la estructura del suelo, incrementa la capacidad de retención de agua y aporta nutrientes esenciales para las plantas. Además, la materia orgánica alimenta a la biota del suelo, como lombrices y microorganismos benéficos, que ayudan a descomponer la materia orgánica y liberar nutrientes para las plantas.

Un manejo adecuado del riego es crítico para evitar problemas como la salinización y compactación del suelo. El exceso de riego puede provocar la lixiviación de nutrientes, mientras que la falta de agua afecta el crecimiento de las plantas y la actividad biológica del suelo. Sistemas de riego eficientes, como el riego por goteo, permiten aplicar el agua de forma más precisa y reducir pérdidas. Además, el uso de sensores de humedad y herramientas de monitoreo climático ayuda a tomar decisiones acertadas sobre cuándo y cuánto regar.

La conservación de la estructura del suelo también es importante. La compactación, que ocurre cuando el suelo se somete a una presión excesiva por el paso de maquinaria o ganado, afecta la capacidad del suelo para absorber agua y oxígeno, limitando el crecimiento de las raíces. Para evitar esto, es recomendable reducir el uso de maquinaria pesada en suelos húmedos, implementar franjas de protección en pendientes y usar prácticas como la labranza mínima o labranza cero, que disminuyen la alteración del suelo.

El análisis de suelos es una herramienta fundamental para conocer el estado nutricional y físico de tu terreno. Al realizar análisis de suelo regularmente, puedes tomar decisiones más informadas sobre la fertilización, el pH y las necesidades de micronutrientes. Ajustar el pH del suelo es especialmente importante, ya que un suelo muy ácido o alcalino puede limitar la disponibilidad de ciertos nutrientes. La aplicación de correctivos, como cal para suelos ácidos o yeso para suelos alcalinos, permite mantener un pH balanceado.

La siembra directa y la agricultura de conservación son prácticas que ayudan a cuidar el suelo a largo plazo. La siembra directa, que consiste en sembrar directamente sobre los residuos de cultivos anteriores sin labranza, protege la estructura del suelo y reduce la erosión. La agricultura de conservación, que combina rotación de cultivos, siembra directa y cobertura permanente, busca mantener el suelo siempre cubierto y perturbado lo menos posible, favoreciendo la biodiversidad y resiliencia del agroecosistema.

El manejo integrado de plagas y enfermedades (MIP) también contribuye a la salud del suelo. Evitar el uso indiscriminado de pesticidas y herbicidas permite mantener un equilibrio en la biota del suelo, lo que beneficia la descomposición de materia orgánica y el reciclaje de nutrientes. El uso de biocontroladores, trampas y variedades resistentes son herramientas efectivas dentro del MIP que contribuyen a mantener un suelo sano.

La diversificación de cultivos es otra estrategia que beneficia la salud del suelo. Al incorporar diferentes especies y variedades en un mismo sistema de cultivo, se fomenta una mayor diversidad biológica tanto en el suelo como en el ambiente circundante. Sistemas como los policultivos y agroforestería no solo mejoran la salud del suelo, sino que también ofrecen beneficios adicionales, como el control natural de plagas, la mejora de la biodiversidad y la estabilidad económica al diversificar las fuentes de ingreso.

La reforestación y establecimiento de barreras vegetales también son acciones importantes, especialmente en áreas con problemas de erosión y degradación del suelo. La siembra de árboles y arbustos en franjas estratégicas actúa como barrera natural contra el viento y la escorrentía de agua, protegiendo el suelo de la erosión y ayudando a la conservación de la humedad. Además, estos árboles y arbustos pueden servir como refugio para fauna benéfica y como fuente adicional de ingresos a través de productos maderables o frutales.

Estas acciones, combinadas con una planificación cuidadosa y una gestión adaptativa, pueden contribuir significativamente a la salud y sostenibilidad de los suelos agrícolas, mejorando tanto la productividad como la resiliencia de los sistemas de cultivo.