Naturalmente una gran cantidad de frutos maduran debido a la acción del etileno, una fitohormona que producen los mismos frutos y que al incrementarse su concentración de manera artificial se acelera el proceso de maduración, modificando diversas características tales como color, firmeza, sabor y aroma.
¿Cuándo se descubrió el efecto del etileno en la maduración?
El efecto del etileno en la maduración de los frutos fue descubierto a principios del siglo XX, aunque se sospechaba de su influencia desde antes. En la segunda mitad del siglo XIX, los agricultores ya habían observado que las frutas almacenadas en ciertos ambientes cerrados tendían a madurar más rápido. Sin embargo, no fue hasta 1901 cuando un botánico ruso llamado Dimitry Neljubov logró identificar al etileno como el responsable de este fenómeno.
Neljubov, mientras estudiaba los efectos de varios gases en las plantas, descubrió que pequeñas cantidades de etileno presentes en el aire afectaban el crecimiento de los brotes de guisante, provocando el arqueamiento de sus tallos. Este descubrimiento fue clave para empezar a comprender que el etileno actuaba como una hormona vegetal. Más adelante, otros investigadores confirmaron que el etileno era producido naturalmente por las plantas y que jugaba un papel crucial en la regulación de varios procesos fisiológicos, incluyendo la maduración de los frutos.
Durante los años 1930 y 1940, los estudios sobre el etileno se expandieron. Investigadores como R. Gane demostraron que el etileno era producido por las frutas mismas durante su proceso de maduración. Se descubrió que el etileno actúa como una señal que acelera la maduración, iniciando cambios en el color, la textura, el sabor y el aroma de los frutos. Este gas es responsable, por ejemplo, de que un plátano verde se vuelva amarillo o de que un tomate adquiera su característico color rojo cuando madura.
El descubrimiento del etileno revolucionó el manejo postcosecha de frutas y verduras. Hoy en día, se utiliza tanto para acelerar como para retardar la maduración, según las necesidades de almacenamiento y transporte. La comprensión de su función permite a los productores controlar mejor el momento en que los productos llegan a su punto óptimo de consumo, asegurando así una mejor calidad y reduciendo pérdidas.