Los aranceles a los productos agropecuarios mexicanos afectarían la competitividad del sector, encareciendo las exportaciones y reduciendo la demanda. Esto impactaría tanto a productores como a empresas agroindustriales, limitando su crecimiento y afectando el empleo en las zonas rurales que dependen del comercio internacional.
Un incremento en los costos arancelarios haría que los productos mexicanos fueran menos atractivos frente a los de otros países con acuerdos comerciales más favorables o menores barreras de entrada, lo que afectaría directamente la capacidad de los productores para mantener sus ventas y márgenes de ganancia.
A lo largo de este episodio abordo un tema que está en pausa, pero no está resuelto: la posible imposición de aranceles al agro mexicano. Desde el inicio queda claro que no se trata de una amenaza menor ni de un ruido mediático pasajero. Aunque hoy exista una suspensión temporal, el riesgo sigue latente y obliga a entender con precisión qué significan los aranceles, cómo funcionan y por qué el sector agroalimentario sería uno de los más golpeados si llegan a aplicarse.
Antes de entrar de lleno en el tema central, explico un ajuste importante en el formato del podcast. Este episodio marca el cierre de una etapa experimental y el regreso al esquema habitual. La razón es simple y práctica: este formato consume mucho más tiempo y, en paralelo, comienza una nueva etapa profesional como consultor de marketing para agronegocios. El podcast sigue, pero con ajustes necesarios para sostenerlo en el largo plazo. Probar cosas nuevas es sano; saber cuándo cerrarlas también.
Anuncio además el arranque de los martes de agro marketing, una serie de webinars en vivo enfocados en marketing para agronegocios. La idea es clara: compartir estrategias aplicables, sin relleno, orientadas a resultados reales. Media hora de contenido directo y un espacio posterior para preguntas. Nada más, nada menos. Una respuesta concreta a un interés real detectado en episodios anteriores.
El episodio avanza con el bloque agro 3×3, donde se revisan tres noticias relevantes. La primera aborda la reconversión de hectáreas de agave a caña de azúcar en Jalisco, una señal clara de la crisis de sobreproducción que atraviesa el agave. Un cultivo que hace pocos años parecía inagotable hoy exige decisiones difíciles. La reconversión no es glamour, es supervivencia productiva.
La segunda noticia pone el foco en la certificación Proforest Avocado en Michoacán. Se trata de un esfuerzo por responder a las críticas ambientales que pesan sobre el aguacate. Certificar no es una moda: es una condición de acceso a mercados. El mensaje es evidente: quien no se alinee con estándares ambientales, se quedará fuera.
La tercera noticia conecta la política migratoria de Estados Unidos con la agricultura. Las deportaciones masivas están reduciendo la disponibilidad de mano de obra agrícola, elevando costos y, eventualmente, precios al consumidor. El agro estadounidense depende de trabajadores migrantes. Ignorar eso es dispararse en el pie… y luego preguntarse por qué suben los alimentos.
El episodio incorpora también columnas técnicas que amplían el panorama. Itzel Bastida explica de forma clara la transformación genética de plantas mediante Agrobacterium tumefaciens, mostrando cómo una bacteria fitopatógena se convirtió en una herramienta clave de la biotecnología moderna. No hay misterio ni ciencia ficción: hay procesos, regulación y aplicaciones concretas en cultivos estratégicos.
Nancy Hernández, por su parte, cambia el enfoque hacia el bienestar y la tecnología cotidiana, hablando de plantas como “mascotas verdes” y de macetas inteligentes. Más allá de lo anecdótico, queda claro que la agricultura, incluso en espacios urbanos y domésticos, también se cruza con tecnología, sensores e inteligencia artificial.
El núcleo del episodio llega con la entrevista a Raúl Urteaga. Aquí el tono cambia: entramos en terreno estratégico y político-comercial. Raúl explica con claridad qué es un arancel: un impuesto. No un castigo simbólico, no una amenaza abstracta. Un impuesto que termina pagando el consumidor del país que lo impone.
Se repasa el contexto histórico: los aranceles masivos de Estados Unidos en los años treinta y su relación con la Gran Depresión; el posterior auge del comercio global tras la Segunda Guerra Mundial; y la reciente guerra comercial con China, cuyos efectos todavía siguen presentes. Nada de esto es nuevo, pero sí es peligroso repetirlo sin medir consecuencias.
Raúl subraya algo clave: la imposición de aranceles viola directamente el T-MEC. No es una interpretación política, es una lectura jurídica del tratado. México y Canadá tienen mecanismos de defensa, incluyendo represalias equivalentes, pero entrar en una guerra comercial sería un escenario donde todos pierden.
Cuando se aterriza el tema en el agro, el impacto se vuelve concreto. Un arancel del 25% encarece de inmediato productos como aguacate, tomate, berries, carne, cerveza, tequila y mezcal. Algunos, como tequila y mezcal, no tienen sustitutos reales; otros sí. Y ahí está el riesgo: perder mercado frente a Sudamérica en productos donde México hoy es líder.
Raúl plantea un escenario realista: caída de exportaciones, pérdida de empleos rurales y afectaciones en regiones altamente dependientes del mercado estadounidense. No es alarmismo; es aritmética básica del comercio internacional.
Surge entonces la pregunta incómoda: ¿qué puede hacer México? La respuesta no es sencilla. Imponer aranceles de vuelta suena bien en discurso, pero en la práctica puede dañar sectores estratégicos como el pecuario, altamente dependiente del maíz amarillo importado de Estados Unidos. La dependencia existe, y negarla no la elimina.
La alternativa real es la diversificación. Raúl es enfático: México tiene capacidad para colocar productos en Europa y Asia, pero no ha hecho la tarea. Se recuerda la modernización del acuerdo con la Unión Europea, cerrada hace años pero congelada políticamente. Hoy, esa falta de seguimiento pasa factura.
Asia aparece como otra gran oportunidad, especialmente mercados como Japón, Corea y China. Corea destaca como un caso absurdo: quiere un tratado con México, importa más del 70% de sus alimentos, y aun así seguimos fuera por indecisión política. Competidores latinoamericanos ya aprovecharon ese espacio.
A nivel empresarial, el mensaje final es claro y directo. Los productores mexicanos deben hablar con sus clientes y socios en Estados Unidos, explicar impactos, presionar desde la cadena de suministro. La interdependencia es total: nadie se salva solo.
El episodio cierra con reflexiones sobre digitalización agrícola, cuadernos de campo digitales e imágenes satelitales. Herramientas que no son futuristas, sino necesarias para eficiencia, trazabilidad y competitividad.
La conclusión es contundente: los aranceles son una amenaza real, el agro mexicano está en el centro del tablero y la diversificación ya no es opcional. Las crisis no se eligen, pero sí se decide cómo enfrentarlas. Y esta, sin duda, es una de esas que definen rumbo.

