Junto con mi amigo Tonatiuh Quiñones, del podcast Agronauta, conversamos sobre nuestra experiencia en el Greentech Americas 2025. Cada uno asistió con un objetivo distinto a este evento, que reúne al sector más tecnificado de la agricultura mexicana, por lo que me pareció interesante comparar nuestras impresiones.
Al final, cada opinión depende de la experiencia vivida en la feria. Algunos me comentaron que el próximo año no colocarán stand, pues los resultados no fueron los esperados; mientras que otros aseguraron que no pueden darse el lujo de faltar, ya que es el evento que más ventas les genera en todo el año.
¿Por qué los eventos agrícolas son una gran oportunidad?
En un mundo donde la producción de alimentos se enfrenta a presiones sin precedentes —crisis climática, degradación del suelo, competencia global y volatilidad de los mercados—, los eventos agrícolas han dejado de ser simples ferias o exposiciones para convertirse en auténticos laboratorios de innovación, cooperación y transferencia tecnológica. Son espacios donde el conocimiento científico, la experiencia productiva y la estrategia empresarial convergen en una dinámica que impulsa el desarrollo del sector. Entender por qué representan una gran oportunidad implica mirar más allá del intercambio comercial inmediato: su verdadero valor radica en su capacidad para articular actores, ideas y tecnologías en torno a un propósito común, el de hacer sostenible la agricultura del siglo XXI.
La primera gran oportunidad que ofrecen estos encuentros es la difusión del conocimiento aplicado. En la agricultura contemporánea, la información es tan valiosa como la semilla o el agua. Los eventos permiten que investigadores, productores y empresas tecnológicas interactúen en un mismo entorno, compartiendo resultados experimentales, innovaciones y experiencias prácticas. Este flujo de información rompe las barreras entre el laboratorio y el campo, acelerando la adopción de soluciones probadas. Una tecnología que en el ámbito académico podría tardar años en llegar a los productores puede, gracias a estos espacios, transferirse de manera casi inmediata. Así, los eventos agrícolas funcionan como aceleradores de innovación, donde la ciencia se traduce en herramientas concretas para resolver problemas reales.
Pero la transferencia de conocimiento no ocurre de manera unidireccional. Los eventos también actúan como mecanismos de retroalimentación científica y técnica. Los productores, al dialogar directamente con los desarrolladores de tecnología o con los responsables de políticas públicas, ofrecen información de enorme valor sobre la aplicabilidad y eficacia de las innovaciones. Este intercambio bidireccional ajusta la investigación a las condiciones del territorio, evitando que la ciencia avance desconectada de la realidad productiva. La retroalimentación constante transforma a los eventos en espacios de co-creación, donde el conocimiento no se impone, sino que se construye colectivamente a partir de la experiencia empírica y el rigor experimental.
En términos económicos, los eventos agrícolas representan una plataforma estratégica de negocios. Más allá de las exhibiciones de maquinaria o insumos, son escenarios donde se negocian alianzas, contratos de distribución, acuerdos comerciales y proyectos de inversión. La proximidad física entre compradores y proveedores facilita la confianza, elemento esencial en un sector donde las relaciones de largo plazo pesan más que las transacciones inmediatas. En países emergentes, estos encuentros han demostrado ser un motor clave para la integración de cadenas de valor, permitiendo que pequeños y medianos productores se vinculen con mercados nacionales e internacionales. Cada evento exitoso crea una red de contactos que, una vez establecida, puede sostenerse durante años y reconfigurar las dinámicas comerciales regionales.
El valor social de estos encuentros es igualmente significativo. En un entorno rural frecuentemente disperso y fragmentado, los eventos agrícolas funcionan como puntos de convergencia comunitaria. Reúnen a productores que rara vez comparten un mismo espacio físico, fomentando la cooperación territorial y el aprendizaje horizontal. La posibilidad de comparar prácticas, observar innovaciones en campo y dialogar con otros agricultores impulsa procesos de imitación adaptativa que multiplican el impacto tecnológico. La confianza entre pares, difícil de generar mediante políticas o subsidios, se fortalece naturalmente en estos espacios, consolidando redes de colaboración que persisten más allá de los días del evento.
La dimensión tecnológica es quizá la más visible. Los centros de demostración y parcelas experimentales instalados durante exposiciones agrícolas permiten observar en tiempo real la aplicación de tecnologías de riego, sensores de humedad, biofertilizantes o sistemas de cultivo de precisión. Esta experiencia directa supera la barrera de la desconfianza que muchos productores sienten hacia la innovación. Ver una tecnología funcionando en condiciones reales tiene un efecto persuasivo mucho más potente que cualquier folleto o seminario. De esta manera, los eventos se convierten en vitrinas vivas de la agricultura digital y sustentable, contribuyendo a cerrar la brecha tecnológica entre regiones o estratos productivos.
No menos relevante es el papel que desempeñan en la formación de capital humano. La agricultura moderna requiere competencias multidisciplinarias: manejo de datos, conocimiento biotecnológico, gestión financiera y sensibilidad ambiental. Los congresos, simposios y talleres incluidos en los eventos ofrecen capacitación intensiva en estas áreas, actualizando a técnicos, estudiantes y productores. En muchos casos, la educación formal no logra seguir el ritmo de los avances tecnológicos; los eventos agrícolas llenan ese vacío, actuando como instancias de educación continua. Cada asistente se convierte en un vector de conocimiento que, al regresar a su entorno, multiplica las posibilidades de adopción tecnológica en su comunidad o empresa.
Desde la perspectiva de la política pública, los eventos agrícolas ofrecen una ventana de diálogo estratégico entre el Estado y el sector productivo. Funcionan como foros de negociación donde se discuten regulaciones, incentivos fiscales o programas de apoyo, y donde los tomadores de decisiones pueden conocer de primera mano las preocupaciones y propuestas del sector. Esa interacción directa contribuye a diseñar políticas más efectivas, ancladas en la realidad productiva y no solo en la estadística. Además, permiten visibilizar innovaciones nacionales, fortaleciendo la identidad agroindustrial y proyectando la capacidad tecnológica del país ante inversionistas extranjeros.
El componente ambiental también está cada vez más presente. La crisis climática ha obligado a que los eventos incorporen el debate sobre sostenibilidad y resiliencia agroecológica como eje central. Empresas de biotecnología, investigadores y productores intercambian experiencias sobre manejo de suelos, eficiencia hídrica o reducción de emisiones. Estas discusiones no solo generan conciencia, sino que promueven la adopción de prácticas regenerativas. De hecho, algunos eventos han evolucionado hacia plataformas de innovación verde, donde se presentan tecnologías que buscan armonizar la productividad con la conservación ecológica. En un contexto global que exige reducir la huella ambiental, estos espacios funcionan como incubadoras de soluciones sostenibles que luego se diseminan en los territorios agrícolas.
Otro elemento clave es el reposicionamiento del campo como motor de desarrollo. Durante décadas, la agricultura fue percibida como un sector tradicional, ajeno a la sofisticación tecnológica o empresarial. Los eventos agrícolas han contribuido a cambiar esa percepción al mostrar que la agricultura moderna integra robótica, inteligencia artificial y biotecnología avanzada. Este reposicionamiento no solo atrae inversión, sino también talento joven que ve en el agro un campo de innovación y emprendimiento. En un mundo que asocia el futuro con la tecnología, los eventos agrícolas demuestran que el futuro también se cultiva en la tierra.
La dimensión comunicativa amplifica este impacto. La cobertura mediática y digital de los eventos convierte a la agricultura en noticia, visibilizando a sus protagonistas y sus desafíos. Los medios de comunicación especializados y las plataformas digitales permiten que el conocimiento compartido en un recinto físico se expanda globalmente. Así, una conferencia sobre bioinsumos en una feria local puede llegar a miles de personas en distintos países, acelerando la transferencia de ideas. Esta difusión digital del conocimiento agrícola refuerza la posición de los eventos como nodos en una red global de innovación y colaboración.
Finalmente, los eventos agrícolas son una gran oportunidad porque condensan en pocos días lo que de otro modo tardaría años en articularse: ciencia, negocio, política, cultura y comunidad. En ellos convergen los procesos que definirán el porvenir de la agricultura: la digitalización de los sistemas productivos, la sostenibilidad ambiental, la integración territorial y la formación de nuevas generaciones de productores. No son meras exposiciones, sino catalizadores de cambio. Cada parcela demostrativa, cada intercambio entre un investigador y un agricultor, cada acuerdo firmado en un pabellón, representa un avance hacia una agricultura más inteligente, equitativa y sostenible. En su aparente fugacidad, los eventos agrícolas contienen una promesa duradera: la de reunir al conocimiento y a la tierra en un mismo horizonte de transformación.
- Altieri, M. A., & Nicholls, C. I. (2020). Agroecology: Science and Politics. Fernwood Publishing.
- Bacco, M., et al. (2021). Smart agriculture: Networking, data management, and services. Computers and Electronics in Agriculture, 180, 105903.
- García, J. E., & Márquez, L. (2019). Innovación y transferencia tecnológica en el sector agroalimentario. Universidad de Córdoba.
- Klerkx, L., & Rose, D. (2020). Dealing with the game-changing technologies of Agriculture 4.0. Global Food Security, 24, 100347.
- Maredia, M. K., et al. (2018). Capacity building and knowledge sharing in agricultural innovation systems. Agricultural Systems, 165, 142–150.
- McIntyre, B. D., et al. (2009). Agriculture at a Crossroads: Global Report of the IAASTD. Island Press.
- Porter, M. E., & Kramer, M. R. (2011). Creating shared value. Harvard Business Review, 89(1–2), 62–77.
- Van der Ploeg, J. D. (2020). The New Peasantries: Rural Development in Times of Globalization. Routledge.

