Aprovecho la fecha para presentar algunos números sobre la participación de las mujeres en el sector agrícola, tanto a nivel mundial como nacional (en México), así como para hacer una reflexión sobre porqué creo que debemos normalizar la presencia de las mujeres en la agricultura.
Según el Banco Mundial, en 1991 el 43% de las mujeres empleadas en el mundo trabajaban en la agricultura, mientras que en 2019 la cifra fue de 25%, lo que indica un marcado descenso de la participación de las mujeres en la agricultura mundial en las últimas décadas.
Además, según los indicadores de empleo presentados en FAOSTAT y basados en la Labour Force Surveys de la International Labour Organization, durante 2020 en México 6,378,765 personas trabajaron en los ámbitos de agricultura, silvicultura y pesca, de las cuales 740,842 fueron mujeres, es decir, el 11.6%.
Esta cifra contrasta con las 834,712 mujeres que trabajaron en la agricultura nacional en 2002, por lo que en 19 años se tuvo una disminución de 11.2%, aunque hay que entender que durante el mismo período la fuerza laboral agrícola paso de 13,607,388 a 12,757,529 personas de 2002 a 2020, una disminución del 6.2%.
¿Cuál es el impacto de las mujeres en la agricultura mundial?
El impacto de las mujeres en la agricultura mundial es profundo y multifacético. Las mujeres constituyen una parte significativa de la fuerza laboral agrícola, especialmente en países en desarrollo. Su papel es crucial en la producción de alimentos, la gestión de recursos naturales y el mantenimiento de la biodiversidad. En muchos casos, son responsables de tareas esenciales como la siembra, el cultivo, la cosecha y el procesamiento de alimentos.
Las mujeres también son fundamentales en la transmisión de conocimientos agrícolas. A través de generaciones, han desarrollado y preservado técnicas agrícolas tradicionales que son sostenibles y adaptadas a sus entornos locales. Este conocimiento es vital para la resiliencia de las comunidades rurales frente a desafíos como el cambio climático.
Sin embargo, las mujeres enfrentan numerosas barreras que limitan su potencial. La falta de acceso a recursos productivos, como tierra, crédito, tecnología y capacitación, es una de las principales restricciones. Las políticas y normas sociales a menudo favorecen a los hombres, dejando a las mujeres en una posición de desventaja. Esta desigualdad impide que las mujeres contribuyan plenamente a la seguridad alimentaria y al desarrollo económico.
A pesar de estos desafíos, las mujeres han demostrado una notable capacidad para innovar y adaptarse. En muchas regiones, están liderando iniciativas de agricultura sostenible y proyectos comunitarios. Estas iniciativas no solo mejoran la producción agrícola, sino que también fortalecen la cohesión social y la resiliencia comunitaria.
El empoderamiento de las mujeres en la agricultura tiene un efecto multiplicador. Mejorar su acceso a recursos y oportunidades puede aumentar la productividad agrícola y reducir la pobreza. Las mujeres que tienen control sobre sus ingresos tienden a invertir en la salud, la educación y el bienestar de sus familias, lo que genera beneficios a largo plazo para la comunidad en general.
Además, las mujeres desempeñan un papel clave en la gestión de la seguridad alimentaria a nivel doméstico. Son responsables de la selección y preparación de alimentos, asegurando que las dietas familiares sean nutritivas y equilibradas. Su influencia en la elección de cultivos y métodos de cultivo puede promover prácticas agrícolas más diversificadas y sostenibles.
El reconocimiento del valor del trabajo de las mujeres en la agricultura es crucial para lograr un desarrollo rural inclusivo y equitativo. Las políticas deben abordar las desigualdades de género y fomentar la participación activa de las mujeres en todas las etapas de la cadena de valor agrícola. La inversión en educación y capacitación específica para mujeres puede potenciar su capacidad para innovar y liderar en el sector agrícola.
La participación de las mujeres en organizaciones agrícolas y cooperativas también es esencial. Estas plataformas proporcionan un espacio para que las mujeres compartan conocimientos, accedan a recursos y defiendan sus intereses. El fortalecimiento de las redes de apoyo entre mujeres agricultoras puede facilitar el intercambio de mejores prácticas y aumentar su influencia en la toma de decisiones.
Finalmente, es importante destacar que el impacto de las mujeres en la agricultura no se limita a la producción de alimentos. Su papel es fundamental en la conservación de la biodiversidad y la gestión sostenible de los recursos naturales. Las mujeres a menudo tienen un profundo conocimiento de los ecosistemas locales y son guardianas de semillas y variedades de cultivos tradicionales.
El impacto de las mujeres en la agricultura mundial es vasto y diverso. Su contribución es esencial para la sostenibilidad, la seguridad alimentaria y el desarrollo rural. El empoderamiento de las mujeres en este sector es una prioridad que requiere atención y acción concertada.