Episodio 509: El impacto de los aranceles al agro michoacano con Macedonio Arteaga

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El impacto de los aranceles al agro michoacano con Macedonio Arteaga

Conversé con Macedonio Arteaga, fundador de la empresa Prodeni, quien compartió su punto de vista sobre el impacto de los aranceles impuestos por el gobierno estadounidense al sector agrícola de Michoacán, un estado con profunda vocación agroproductiva.

Durante la charla, Macedonio explicó que los primeros efectos ya se están sintiendo y que la incertidumbre en el sector podría conducir a la toma de decisiones poco acertadas. Asimismo, expuso su opinión sobre las acciones que deberían emprenderse para evitar que el campo mexicano sea víctima de decisiones políticas, subrayando la importancia de la planeación estratégica y la unidad del sector ante escenarios internacionales adversos.

Este episodio pone sobre la mesa un tema incómodo pero inevitable: los aranceles de Estados Unidos a los productos agrícolas mexicanos y su impacto directo en Michoacán. No es una charla teórica ni de escritorio. Es una conversación desde el agro real, con tierra en los zapatos y números en la cabeza. Desde el inicio queda claro que no se trata de un susto mediático, sino de una amenaza concreta para un estado cuya esencia productiva es agrícola.

Antes de entrar al tema central, comparto un reconocimiento honesto a quienes dominan el campo técnico pero batallan cuando toca moverse en el terreno empresarial. Ingenieros brillantes en campo que, al pasar a la oficina o a la negociación, se sienten fuera de lugar. Esa realidad atraviesa todo el episodio: el agro no solo se juega en la parcela, también se decide en mercados, políticas públicas y comercio internacional.

Macedonio explica su trayectoria con claridad. Formación sólida, enfoque ecológico desde que ese camino no estaba de moda y una construcción profesional basada en agricultura orgánica, microbiología, virología y botánica, con experiencia académica y técnica en México, Canadá, Alemania y Asia. De ahí nace Prodeny, una empresa enfocada en insumos biológicos: hongos, bacterias, extractos vegetales y lo que viene. No se presume, se contextualiza. Su visión no es improvisada.

El punto de quiebre llega al hablar de los aranceles. Macedonio lo dice sin rodeos: son impuestos que un país impone para regular su mercado interno. No son castigos morales ni decisiones técnicas puras; son herramientas políticas. Aunque en papel los pague el consumidor estadounidense, el impacto real rebota en toda la cadena productiva mexicana. Ahí está el problema.

Estados Unidos busca proteger a su agro. Al encarecer el producto importado, favorece al productor local. Y cuando el consumidor ve que el producto nacional es más barato que el mexicano, la decisión es simple. No es personal, es economía básica. En ese escenario, Michoacán queda expuesto porque vive de exportar.

La pregunta lógica surge rápido: ¿México debería responder con aranceles? La respuesta es incómoda pero honesta: nadie lo sabe. China ya reaccionó, Canadá también. México opta por la cautela. ¿Es buena estrategia? Tal vez. ¿Es riesgosa? También. La incertidumbre manda. Aduanas paralizadas, empresas frenando decisiones y un ambiente de espera que ya genera costos, aunque el arancel aún no se sienta de lleno.

Aquí aparece una idea clave del episodio: el impacto no es inmediato, pero es inevitable. Las empresas grandes ya lo están anticipando. Los despidos no responden a malos resultados, sino a escenarios futuros negativos. El agro, una vez más, llega tarde a la conversación macroeconómica.

Cuando se baja el análisis al terreno michoacano, el diagnóstico es claro y duro. Michoacán es líder nacional en exportación agrícola. Aguacate, fresa, zarzamora, limón, mango. Toda su estructura económica gira alrededor del agro: producción, empaque, insumos, logística, comunicación. Si se frena la exportación, no se cae un eslabón, se tensa toda la cadena.

Macedonio lo explica con crudeza: si el productor vende menos, compra menos insumos. Si compra menos insumos, los fabricantes sufren. Y ahí es donde muchos pueden tronar. No por falta de calidad, sino por falta de demanda. Es un efecto dominó silencioso.

Los cultivos más vulnerables están claros. El aguacate encabeza la lista, seguido por fresa, zarzamora y mango. El mango, además, juega en contra con una temporada corta: si no se vende cuando toca, no hay segunda oportunidad. Buscar mercados en Asia suena bien en discursos, pero en la práctica entrar a China no es abrir una puerta, es abrir un laberinto.

El episodio evita el victimismo y se mueve hacia las decisiones. ¿Qué hacer como agricultor o como dueño de un agronegocio? Primero, quitar el ruido. El miedo nubla decisiones. Segundo, aceptar que la comodidad de exportar sin diversificar mercados ya no es opción. Tercero, entender que el problema no se resuelve solo en el campo.

Aquí aparece una de las reflexiones más potentes: México necesita fortalecer sector primario, secundario y terciario. No solo producir fruta fresca, sino procesarla. No solo exportar, sino también consumir y transformar localmente. Autoconsumo, nichos de mercado, valor agregado. No es discurso patriótico, es estrategia de supervivencia.

El ejemplo del limón es contundente. Michoacán produce, pero compra jugo procesado de otros estados. No por imposibilidad técnica, sino por inercia comercial. Lo mismo pasa con el aguacate: más allá del guacamole y el aceite, hay un universo de derivados poco explorados. Procesar es resistir.

Para los agronegocios, la receta no es agradable, pero es realista. Ajustar precios, reducir márgenes, eliminar créditos riesgosos, mejorar calidad y servicio. Competir de verdad. La crisis obliga a limpiar estructuras infladas. Quien no se adapte, desaparece. Suena duro, pero el agro no perdona la inmovilidad.

Hay una frase que atraviesa todo el episodio como columna vertebral: hacer equipo. No enemigos, no islas, no protagonismos. Cadena completa ajustando: renta de tierra, insumos, producción, empaque, logística. Si uno no cede, todos pierden. Es economía colaborativa por necesidad, no por moda.

El cierre es una invitación clara. Priorizar insumos nacionales, fortalecer proveedores locales, capacitar sin vender humo y dar al productor herramientas reales para decidir. Que compre lo que necesita, no lo que le empujan. Esa claridad técnica y ética es la base para sostener al agro en tiempos inciertos.

El mensaje final no promete soluciones mágicas. Promete trabajo, adaptación y conciencia. Los aranceles son un síntoma de algo más grande: la fragilidad de un modelo demasiado dependiente de un solo mercado. Michoacán tiene conocimiento, capacidad y talento. La pregunta no es si puede adaptarse, sino si está dispuesto a hacerlo a tiempo.

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