Sabemos que tener buena calidad de agua es fundamental para tener un proyecto de producción exitoso, aunque claro, primero que nada hay que garantizar la disponibilidad de la misma, pues aunque no lo creas conozco proyectos que han fracasado por no haber garantizado el flujo de agua que se necesitaba.
Una vez que estamos seguros de que tendremos el suministro del agua necesaria es momento de realizar los análisis correspondientes, tanto fisicoquímicos como microbiológicos, para determinar la calidad de esa agua, y decidir qué ajustes habrá que realizar en caso de que algún parámetro esté fuera de lo que queremos.
Es por ello que en este episodio platico con Luis Mota, coordinador de tratamiento de agua y sistemas de riego en Geoponica, una empresa ubicada en el Agropark de Querétaro. Luis nos cuenta los puntos a considerar a la hora de trabajar con sistemas de extracción, desinfección e inyección de agua,
También platicamos sobre cuáles son las claves para tener un buen sistema de riego, es decir, un sistema que cumpla con las necesidades hídricas de las plantas, para lo cual obviamente se requiere algo de mantenimiento, en especial mantenimiento preventivo, el cual es mucho más económico que arreglar los problemas cuando ya están presentes.
Por último, hablamos sobre el tema de filtrado, al cual no siempre se le da la importancia necesaria, y sobre las mediciones principales que se tienen que hacer al agua de riego, así como lo que se tiene que hacer cuando alguno de los parámetros no está dentro de los rangos óptimos.
¿Qué análisis hay que hacerle al agua para su uso en agricultura?
Para utilizar el agua en agricultura de manera eficiente y segura, es esencial realizar una serie de análisis que permitan evaluar su calidad y adecuación para el riego. Estos análisis se enfocan en varios aspectos clave: la salinidad, la presencia de nutrientes, los contaminantes químicos y biológicos, y las propiedades físicas del agua.
Primero, se debe medir la salinidad del agua, lo cual se hace evaluando su conductividad eléctrica. El exceso de sales puede afectar negativamente a los cultivos, causando toxicidad directa o problemas en la absorción de agua por las raíces. También se mide la concentración de sodio a través del índice de sodio (SAR, por sus siglas en inglés), ya que un alto contenido de sodio puede llevar a la degradación de la estructura del suelo, dificultando el crecimiento de las plantas.
El análisis de nutrientes en el agua, como nitratos, fosfatos y potasio, es igualmente importante. Aunque estos elementos son esenciales para el crecimiento de las plantas, sus niveles deben ser adecuados. Un exceso puede resultar en problemas de fertilidad del suelo o contaminación ambiental, mientras que una deficiencia podría requerir suplementación a través de fertilizantes.
La detección de contaminantes químicos como metales pesados, pesticidas y herbicidas es crucial. Estos compuestos pueden provenir de fuentes industriales o agrícolas previas y pueden ser tóxicos para los cultivos o para el consumo humano si se trata de productos alimenticios. El análisis de estos contaminantes asegura que el agua no introduzca sustancias peligrosas en el sistema agrícola.
El análisis microbiológico es necesario para identificar la presencia de patógenos como bacterias, virus y parásitos que podrían estar en el agua. El agua contaminada con estos organismos puede ser un riesgo para la salud de las plantas, del suelo y, en última instancia, de los consumidores. Se deben buscar indicadores como Escherichia coli y coliformes fecales, que sugieren contaminación fecal y la posible presencia de otros patógenos.
Por último, es importante considerar las propiedades físicas del agua, como su pH, temperatura y turbidez. El pH afecta la disponibilidad de nutrientes en el suelo y el desarrollo de los cultivos. Un agua con un pH extremo puede requerir tratamiento antes de su uso. La turbidez, que indica la presencia de partículas suspendidas, puede obstruir los sistemas de riego y afectar la eficiencia del riego.
Estos análisis proporcionan una visión completa de la calidad del agua y ayudan a determinar si es adecuada para el riego agrícola. Además, permiten tomar decisiones informadas sobre posibles tratamientos o ajustes en las prácticas de riego para optimizar el uso del agua y proteger la salud de los cultivos y del suelo.