En México se está debatiendo el prohibir muchos plaguicidas que están catalogados como altamente tóxicos, pero si esto no se realiza de manera correcta el país podría caer en una situación catastrófica, peor que la vivida en Sri Lanka hace unos meses, por lo que debemos aprender de lo sucedido ahí.
El problema radica en creer que lo convencional es el diablo y lo orgánico es dios. Este tipo de pensamiento está muy extendido debido a la presión social de diversas organizaciones que satanizan a los fertilizantes y plaguicidas de síntesis química, y para la sociedad es fácil caer en la trampa.
Tanto la producción convencional como la producción orgánica tienen ventajas y desventajas, lo que se necesita son tomadores de decisión que entiendan eso, que se debe obtener lo mejor de cada sistema y potenciarlo, porque de lo contrario seguiremos enfrascados en un debate que se pierde entre fanatismos.
Por lo tanto, prohibir plaguicidas de tajo, sin existir soluciones alternativas, es una de las apuestas más arriesgadas que se pueden tomar en temas agrícolas, y por lo general es una apuesta que no tiene posibilidades de éxito, lo acabamos de ver hace poco y debemos aprender de las experiencias de otros.
¿Por qué no se pueden prohibir todos los plaguicidas de golpe?
Prohibir todos los plaguicidas de golpe presentaría varios desafíos significativos y potenciales consecuencias negativas para la agricultura y la seguridad alimentaria. En primer lugar, muchos cultivos dependen de los plaguicidas para mantener a raya a plagas y enfermedades que de otro modo podrían devastar la producción agrícola. La eliminación repentina de estos productos químicos podría llevar a una disminución dramática en los rendimientos de los cultivos, afectando no solo la economía agrícola sino también la disponibilidad de alimentos a nivel mundial.
Además, no todos los plaguicidas son iguales en términos de toxicidad y efecto ambiental. Algunos son específicos para ciertas plagas y relativamente benignos para otras formas de vida, incluidos los humanos. La eliminación indiscriminada de todos los plaguicidas eliminaría también aquellos que son cruciales para combatir plagas específicas sin alternativas efectivas de control.
La transición a métodos de control de plagas más sostenibles y menos químicos es un proceso que requiere tiempo. Se necesita investigación para desarrollar alternativas efectivas y sostenibles, como los métodos de control biológico, y también para asegurar que estos nuevos métodos sean efectivos a gran escala. Además, los agricultores necesitan tiempo para adaptarse a nuevas prácticas agrícolas, lo que incluye capacitación y ajustes en sus sistemas de producción.
Finalmente, la regulación y el control de los plaguicidas ya existentes es un proceso complejo que implica evaluaciones científicas rigurosas para determinar su seguridad y eficacia. Un enfoque más medido y gradual hacia la reducción del uso de plaguicidas permite ajustar las regulaciones basadas en la ciencia actualizada y las respuestas prácticas a los desafíos agrícolas emergentes.